Blogia
5 canciones negras

Gaitas, violines y otras hierbas

Hay algo en el camino

Hay algo en el camino Sentado a la orilla del río, debajo del puente, observo cómo cae la lluvia sobre las flores.
El relajante sonido de la tormenta me aferra a mi sueño más profundo. Y sigo buscando en él el orden de las cosas. Sigo escuchando el susurro de las voces que me llevan, y siento fuerte cómo agarran mis ropas las diversas piedras que me saltan en el camino. Y se me hace duro. Busco ansioso un sitio donde poder descansar, una playa de arena seda y agua cristal, con arrecifes pastel y una cabaña de madera con vistas al mar. Con esa palmera donde sentarme a escribir cartas fugaces a todos aquellos que siguen a mi lado.
Y sigo pintando el tejado de mi puente, subido a la escalera de tus recuerdos, mojando mis pinceles en las dulces miradas de tus sueños.
Mas allá, al otro lado del muro, en la cara oscura de la luna, emerge fulgente un tallo de cristal, con rojos resplandecientes, verdes esperanza y cálidos azules. Y me marca una estela, un camino a seguir, que avanza entre las nubes, y sorteando estrellas me lleva allá donde todavía nadie ha estado, para que desde allí pueda guiar a todos los carruajes que cruzan, temerosos, el árido desierto al que nos llevan.

33

33 Eran las doce, y mientras se ponía el pijama, se consolaba a sí mismo, y se repetía una y otra vez que aunque hoy no hubiera sido un buen día, seguro que mañana todo iba a ser normal, de nuevo.
Sentado ante la pantalla no podía parar de pensar en la temporada que llevaba.
-No es bastante buena..., - se reía comentando en voz alta.
Y dándole vueltas a la cabeza permanecía allí plantado frente a su pantalla pasando las horas muertas.
Sólo permanecía sentado, y observando. De vez en cuando cruzaba un par de palabras con sus dos amigas, pero él prefería quedarse en esa sombra que tanta luz le daba.
Pensaba en que mañana era su cumpleaños, y que todo había salido mal.
Pero allí seguía él, de pie en la ladera del monte, recostado en su vara, y mirando al frente, mientras con la otra mano sujetaba su amplio sombrero puntiagudo. El viento doblegaba sus barbas y sus largas melenas, que ondeaban en la sombra que se dibujaba en el suelo.
Era el Hechicero. Y tenía que seguir siéndolo.

Al día siguiente, entró al chat algo reticente, no quería que todo saliera mal allí también. Pero algo le movía el brazo, no sabía qué, pero sentía que tenía que entrar.
Algo pasaba, todo era distinto. Tenía la sensación que se había equivocado de sala. Ésta estaba toda adornada de fiesta, pintada de colores alegres, y montones de globos revoloteaban cubriendo incluso hasta el techo.
Sus dos amigas corrieron hacia él, y le saltaron encima cubriéndole de besos.
- Muchas felicidades!!
No se lo podía creer, todo esto estaba preparado para él. Agachó un poquito la cabeza y dijo en voz baja :
- Muchas gracias, ahora ya sé por qué me obligabas a entrar. – le dijo a su corazón.

Se quitó su gran sombrero, apoyó su vara junto a la silla, y durante esa noche ningún centinela vigiló la sala.
Fue entonces, cuando me acerqué, me subí a la ladera del horizonte, y encontré su sombra, que postergada en el suelo me contaba :
"Lo supe el primer día que entré aquí; el día que decidí alejarme de todo, camuflarme, hacerme invisible, observar, aprender y reírme de la vida como ella lo había hecho de mí. Fue entonces cuando me hice Hechicero."

Felicidades campeón, tienes un tesoro.

(230204)

Quiero

Quiero enseñarte mis cicatrices, y que me abras la carpeta de tus recuerdos.
Quiero tu mirada tatuada en mi mirada, y tu voz taladrada en mi cabeza.
No te pido para siempre, no soy impaciente.

Quiero curarte esas heridas y acariciar tu pelo.
Quiero que no desaparezcas cuando despierto del sueño.
Quiero mi lado de la cama, un cigarro a medias,
Quiero soñar lo que tu sueñas.

Quiero tantas cosas,
Quiero un suspiro,
Quiero volar bajo,
Quiero que haga frío.
Quiero ver tu risa,
Quiero tu caramelo,
Quiero ver un nueve,
Quiero que te guste tu cielo.

(090302)

Dime

Dime Dicen que suenas a lluvia, que hueles a azahar y que te vistes con la blusa que suelta la luna cada amanecer. Que caminas descalza por las aceras plateadas de mi cuidad. Que pintas besos en cada esquina y que los niños sonríen cuando te ven pasar. Que tu falda mueve los vientos de las calles, y que tu pelo suelto es la alfombra que luce mi portal.
Dicen que tu sonrisa despierta el sol cada mañana, y que tus ojos cantan todas las canciones bonitas que vuelan en el aire.
Dicen que las letras bonitas las escribió tu vientre una mañana. Que tus piernas son las que planchan mis sábanas, y que son tus dedos los que visten mis ropas.
Dicen que eres la más bonita de todas las mujeres, el más bello sentimiento que despertó ninguna mañana, y el más cálido de todos los recuerdos.

Sabes, he oído decir que es a mí a quien amas, que es por mí por quien lloras, y que es mi corazón el que besas en tus sueños.

Dime, es eso cierto?

(251103)

Yo quiero ver llover

Yo quiero ver llover Qué feliz la lluvia. Cuando se deja caer, sin preocupaciones, sin guión, sin sentir.
Esta lluvia que me invade. Que me inunda y me ahoga.

¿Sabrá ella de mi dolor?
¿Sabrá ella de mi sufrimiento?
¿Será por eso que viene hacia mi?
¿Viene a limpiar el veneno que llevan mis venas por dentro?

La lluvia llega,
Te empapa,
Se seca,
Y se marcha.

Y ahí te quedas tú, recordándola, y sólo esperando a que vuelva.
Y ahí te quedas tú, solo.

Qué hermosa la lluvia. Con ese olor, esa música, y esa frescura. Tan alegre.
Hermosa por naturaleza y por naturaleza tan bella.
¿Por qué se llamará así? ¿Por qué tendrá ese nombre?
¿Por qué con la lluvia todo se oscurece? ¿Acaso la lluvia es luz?
¿Acaso la lluvia es luz?

Yo quiero ver llover.
Mañana lloverá?

200203

Había estado un tiempo viéndole a diario

Había estado un tiempo viéndole a diario, pero hoy no podía tenerle ya tan lejos. Se le aparecía en la mirada a cada segundo, en cada momento se acordaba de él, de sus caricias, de aquella manera de susurrarle al oído, versos de poeta o palabras sinceras. Ese apartarle el pelo, por detrás de la oreja, con esa suave fuerza con que lo hacía. Ese besar su lóbulo, haciéndole perder los sentidos. Ese hablar desnudos sobre la cama, sintiendo la brisa que entra desde la terraza, secando ambos cuerpos de ese sudor entremezclado. Esa conversación en la que hacía que cada vez le quisiera más, con ese abrazo sincero, y un bonito te quiero. Esas miradas, aquéllas en las que al cuerpo le aumentaba la temperatura, entre miedo y morbo, o aquéllas en las que se le encogía el cuerpo, y le mudaban la boca.
Vidriaban sus ojos y hacían temblar todo su cuerpo. Ponían los pelos de punta, y la piel de gallina. Ese grito desgarrado al compás de la música, esa lágrima que derrama la última gota de esa nota. Ese susurro al techo, y ese grito al cielo. Esa vida en la pared, ese volar en el suelo, con la luz de lo oscuro, jugueteando con las sombras, abriendo los ojos descubriendo sus mares, atrapando su cuello, y apretando su pecho.
Ese pasar la yema por su espalda, sintiendo desde ahí todo su cuerpo. Ese soplo de su aliento que se estrella en su cara, haciéndole temblar los párpados, para que al abrirlos, campos de girasoles emerjan de la nada, y se crucen al chocar, con la delicada bravura de esos mares, a pares.

(020703)

A Lluvia

Las gaviotas de la orilla me preguntaron por ti.
¿Cuándo vuelve?¿Dónde está?
Y sentado sobre aquella roca pasé hablando con ellas toda la tarde.
Era un viernes lejano, de colores pastel, con un susurro eco en lo adentro del papel que pintaba el cielo, dibujando garabatos con tu nombre en lo gris de mi arena, mientras el recuerdo te buscaba incesante en lo blanco de mis letras.
La sensación de una herida abierta me quemaba en la mano. Y quería curarla, y arrancando un trocito de mi corazón, lo dejé bajo tu puerta, para que cada vez que salgas, me lleves enganchado a tu suela.

260204

Cuadro

La guitarra sonaba de fondo y la vela se iba apagando.
¡Qué bien olía la cerilla recién encendida!
Mientras miraba su mano imaginaba lápiz el boli y lienzo el papel.
Dicen que Don Joaquín escribe autorretratos al portador. El quería rellenar cuadros enteros con sus palabras, y sus letras. Buscaba colores para cada amigo, sonrisas para cada boca bonita, y abrazos para los mejores hombros. Sumido en su espeso incienso se dejaba llevar por el ruido de las gotas cayendo sobre las hojas, y cruzando barrizales de letras encharcadas sentado en su humilde canoa de mimbre, viajaba a dos palmos del suelo, por encima de aquella realidad que a menudo le agrietaba la puntita de los dedos. Sus manos desnudas sujetaban ligeramente el timón, dejándolo a ratos vagar a su suerte.
En una esquina, el saco derramaba alegrías, besos y atenciones, bonitas letras y hermosas canciones. Allí estaban guardadas todas esas pequeñas cosas que él coleccionaba, con el único fin de poder entregarle a cada persona aquello que le faltaba.
Se había encontrado personas que sólo habían necesitado un hombro donde pararse a llorar, otras necesitaban un beso, una silla en el camino, una mirada fugaz. Hubo quien necesitó atenciones durante años enteros, y quienes pasaron ligeramente la mano sobre su saco.
Tenía tiempo para aquella chica, felicidad para aquella amiga, baldosas amarillas para aquel amigo que desvió el rumbo y señales de humo para todos aquellos que se quedaron atrás.

(260204)

Así vienes a mi recuerdo

En el último sueño,
En el último cigarro,
Al bajar andando,
Al subir peldaños.
Al apagar la luz.
Al encenderla,
Cuando como en la silla,
Cuando te veo en mi mesa.

Sigo buscando y no encuentro mis recuerdos.
Dónde te habías metido, no sales en mis fotos.
Sigo buscando, creo que llego al metro.
Sigo buscando, creo que estoy dentro.

Ya no vomito, solo escupo.

Te lío en mi cigarro,
Te pongo en mi radio,
Y cuando cierro los ojos
Te cuelas en mis sueños

Solo pido calma en la mente, quiero un segundo, quiero un minuto. Salta en la cama, escribe en la mesa, píntame un ojo, hazme lo que quieras. No huelo tu aroma, tu alma no inunda mi boca. Me desvelo en la noche, pero no encuentro tu ropa. Te marchas de golpe, golpeándome en la frente, de frente me atacas, en la espalda me hieres. Clavado en tu pared suplico vagamente, bájame un minuto solamente, antes de morir, tatúa tu mirada en mi mente.
Forma parte de mi muerte, sería un gran regalo. No es fácil superarlo, pero he aprendido poco a poco. Aprendiendo a quererte en la noche, he aprendido a olvidarte a ratos. Escuchar tu escuchar mientras escribo, me hace seguir hablando, mientras leo lo que has dicho.
Ordéname el tarro, si hace falta, usa el taladro. Móntate un cuarto allí, donde viven mis recuerdos, las alegrías, las penas, los trofeos, las derrotas. Donde la luz es opaca, y las tinieblas transparentes. Donde no hay penas, hay trampas, donde si entras, no salgas.
Hazme callar la boca, de la manera que quieras, o dame un tortazo, o regálame un verso.
Yo sólo pido una cosa,
Mejor que cosa, pido un momento,
Para que me des un beso, para que me digas te quiero,
Para que después puedas, contarme tu cuento.

(110303)

No le importaba

Le gustaba cuando la lluvia le acariciaba la cara. Le gustaba cómo las gotas le caían del pelo. Pasear por las calles desiertas, siempre empapadas de tanto ruido, ahora tan silenciosas. Le gustaba mirar hacia arriba, sin que nadie pueda verle, y contemplar lo bonito que es el cielo, y cómo deja caer esa lluvia, tan incesante, tan bonita.
Sigue caminando, sin un lugar a donde ir. Simplemente le invade la sensación de caminar, solo, sólo caminar, y sólo pensar. Pensar en todas esas historias que le venían a la cabeza.
Ahora echaba de menos las caras de la gente. Echaba de menos el leer en los rostros de los desconocidos la vida que muestran. Recordaba cómo el día anterior había salido a pasear, como hoy, y lo distinto que fue. Le gustaba esa variedad. La variedad de los días, la diversidad de gente que le rodea, sin rodearle.
A veces, cuando está en casa, siente la imperante necesidad de no hacer nada. Eso le gustaba. No hacer nada.
Pasaba horas y horas, allí tumbado en su hamaca. Escuchando música, y pensando. Con las bermudas de verano, sin camiseta, sin calzado. Medio desnudo. Tostándose al sol de la mañana.
Ya no le importaba estar solo. Se había acostumbrado. Recuerda que cuando era más joven, pasaba muy mal las épocas de soledad. Y había luchado contra viento y marea, ante la posibilidad de quedarse sólo. Ya no le importaba. Había aprendido a esperar su ángel. Simplemente dejaba que las cosas marcharan solas, a su ritmo, sin pretender acelerar nada.

(180202)

Solo

Dicen que nació en el país de la esperanza eterna. Y que nunca lo ha vuelto a pisar. Va de persona en persona, de vida en vida, de lugar en lugar.
Buscando elegantes fantasmas que quieran compartir su incansable viaje hacia los rincones más blancos de todas las pequeñas cosas. Ir visitando vidas, acompañándolas cuando así lo necesiten y, a veces más temprano que tarde, volviendo a volar, esperando ser pronto cazado por otra alma desnuda, y poder regalarle un traje de rojo satén.
Soñaba con despertar una mañana de domingo no estando solo en la cama.
Soñaba con tardes enteras con su gente.
Soñaba con largas noches hablando.
Y nada le podía hacer dejar de soñar.

Sólo soñaba,
sólo viajaba,
sólo volaba.
Sólo esperanza.
Eterno vacío que su corazón lloraba.
Eterno dolor que le amortajaba.
Deliciosa miel que buscaba en sus labios,
El eterno azúcar que te deja un beso.
Mirando hacia el cielo,
los recuerdos pasan despacio,
y lentamente cae
una lágrima en el vaso.

(260204)

Fast car (A Tracy)

Sale corriendo en un deportivo, ella siempre dijo que solo sería feliz en el sol.
Cruza las líneas que hay detrás del muro. Preciosa, no puedo olvidarte en tus montañas de pequeñas cosas. Ya tienes el billete. ¿Por qué? Por mi amor, pero ahora... por ti. Cruzo los caminos, salto los puentes hacia la inmediata libertad de mi mundo material. Tengo que tener cuidado con el corazón de mi otro yo, el que nació para morir, hace cien años, y que hoy en día sigue esperándome, con esas pequeñas cosas, una corta súplica de sueños en un mundo de puertas abiertas, de color corazón, de un cielo en tu tierra, de un nuevo comienzo, de humo y cenizas sobre ese frío ardor en mis adentros, junto a la promesa de que me salvarás, si no es así, dilo, sólo dame una razón para quedarme y daré media vuelta. Los recuerdos de aquel hombre flaco, preparado siempre para contarte una historia, perdido como extranjero, y viendo el mundo tan bien, sin campanas de boda, sin cantos de salmos, nada de eso, sólo un papel y un lápiz, la misma devoción por uno mismo, siempre al primer intento, a dejar que llueva, a dejar que salga otro sol. Eres la única en la oscuridad, así, zumbando, diciendo Aleluya, rompiendo el feliz adiós. Yo soy tuyo si tu eres mía.
Sobre el amor se escuchan muchas melodías inaudibles.
El sexy juego que tiene tu cuerpo sobre la lámina que hay bajo la burbuja sobre la que pisan mis pies y la loca fortuna de tus malas noticias, al beberte mi agua cuando salgo del barro.......

(160302)

Vuelve

Y siguen pasando los días. La luna ya se llenó varias veces, y todavía no has vuelto. Mi ventana sigue abierta, para cuando quieras venir a verme. Sigue habiendo un hueco en mi cama para ti, y los muebles no paran de preguntarme por ti. Yo les digo siempre que volverás, que volverán a verte, que volverás a sentarte en esa silla, que tu pelo volverá a acariciar mi almohada, y que mis sábanas podrán volver a envolverte otra vez. A la luz todavía le da por mostrarme tu rostro en la pared, y aquella camiseta me recuerda tanto a ti... Un inmenso vacío se abalanza sobre mí todas las noches. La oscuridad ha pintado las paredes de mi cuerpo, y mis ojos ya no ven más allá.
Por favor, que mi casa vuelva pronto a vestirse de fiesta. Vuelve.

(100903)

A Luz

A Luz La música seguía sonando en su cabeza.
Se acostó y se durmió.
Al día siguiente se levantó a trabajar, como cada día había hecho durante tanto tiempo. Pero diferente. Por dentro.
Había decidido olvidarse de todo. Sólo le separaban las dos semanas “obligatorias” que tenía que dar en el curro antes de marcharse.
Cobró su dinero, pasó por casa, cogió la mochila, le dio un beso a su madre y allí la dejó, plantada en la puerta, con lágrimas en los ojos y un cuídate en los labios.
Cerró la puerta del ascensor y sintió que ahí mismo comenzaba su destino.
Pensó en si ella le echaría de menos, si le llamaría... Él no iba a hacerlo.
Todo por lo que había luchado días antes, en su interior, se volvió a derrumbar de golpe. Esta vez no se quedaría igual. Esta vez, no se ha quedado igual.
Llega al aeropuerto y busca con la mirada el letrero de su vuelo.
Sube arriba, cruza el largo pasillo y se dirige a la zona de su puerta de embarque. Todavía quedan dos horas para su vuelo. Se planta frente a la cristalera y se queda allí parado, con la mochila a cuestas, y la maleta en la otra mano. Toda su vida pasa por delante.
Una vez dijiste que no sólo se llora con lágrimas. Así permaneció.
Con los auriculares a todo volumen, no dejando entrar resquicio alguno de sonido externo a sus pensamientos. Así le gustaría a él morir. Él quiere que su muerte sea así. Sólo, cargado de historias, pensamientos y recuerdos, con un cigarro en las manos y la música llevándole lejos, allí hacia donde termina su vida.
...
Entrego mi billete y cruzo el túnel que me llevaba hacia mi avión. Busco mi número de asiento y conecto el disc-man.
-Qué bien, me ha tocado ventanilla.
Salgo del aeropuerto, guardo mi música en la mochila y llamo un taxi.
Abro la puerta y dejo los bultos. Me doy una ducha y salgo a la calle, a buscar piso, trabajo, y un aparato de música en condiciones.
Era el segundo día.
Llamé a mi madre. La dejé más tranquila.
-Esta es mi dirección, mama. Y mi teléfono. No olvides el prefijo, 971, acuérdate. Ah, y díselo a mis hermanos, cuando llamen, ok?
-Vale, sí, oye, anoche te llamó Clara. Si vuelve a llamar le doy tu número?
-(...) No, deja, ya la llamo yo esta noche.
-Ya has buscado trabajo?
-Sí mama, ya he buscado, todavía no encuentro nada. Pero ya casi, tranquila. Bueno, ya te llamaré vale?
-Vale, no tardes!
-Adiós mamá.

Bueno, esta era mi primera sorpresa, prevista, sí, pero sorpresa al fin y al cabo.
Lo no previsto era lo que ella me diría. Había reconocido el nombre que me había dejado. Clara. El personaje de su cuento. Era muy lista, demasiado, jajajaj.
Recuerdo que me marché antes de preguntarle si por fin la vería ese sábado. No quería irme después de que me contestara que no. Sí, hay veces en las que no importa, pero esta vez, otro No, hubiera sido aplastante. Ella es lista, y sabrá como hablarme, para que yo me de cuenta de lo que piensa. A veces es una mierda que escriba tan bien, porque a veces no consigo entender lo que me dice, de la manera que lo hace. Pero bueno, creo que voy entendiéndola un poco. Aunque sigue descolocándome, siempre lo hace.

**

-Hola cosa.
-Hola. Porqué te has ido? No me habías dicho nada.
-No planeé nada. Lo pensé y lo hice. Eso es todo, perdona.
-Cariño... y cuando volverás?
-Para que tengo que volver? Me he dejado algo?
-Sí.
-Vale, volveré pronto vale? Vendrás conmigo?
-Ya te he dicho, Sí.

Hablamos durante mucho rato. Le expliqué lo que había pensado hacer. A lo que me quería dedicar, y qué quería conseguir. Ella me explicó muchas cosas, muchas. Me dijo que me quería, y que en cuanto acabara las clases, vendría corriendo.
Y vino, habían pasado cuatro meses. Aproveché un viaje a casa, para ver a mi madre, a mi sobrina Ana, a mis hermanos y a mi cuñada. Volvíamos a juntarnos lo que quedábamos de familia. El domingo quedamos en que me esperaría en el portal, para ir al aeropuerto. Estaba radiante. Más de lo que nunca imaginé. Brillaba más que el propio sol de ese mediodía de domingo, cómo no, era Luz.
Le encantó mi casita, dijo que era preciosa. Y alucinó con el “Indi-fference”. Había conseguido montar un garito. Le encantó la idea. Su sonrisa llenaba el local, de punta a punta. Le sorprendió que todos sus cuentos estuvieran escritos en pergaminos, colgados en las paredes del local. Había conseguido hacer un par de buenos amigos, una pareja del lugar, que se habían interesado por la idea, y que habían colaborado con varios cuentos también para el local, también para mí. No había dejado de escribir. Escribía siempre sobre historias futuras, de futuros personajes, que nacían de una sola persona. Escribía siempre cosas que me inspiraban tus cuentos, tus personajes, algo de esos sentimientos, pero mis cuentos no se parecían a los tuyos. Había echado mucho de menos tus cuentos, tus historias, tus palabras y tus pensamientos. Pero esta vez habías vuelto.

**

-Hola cosa.
-Hola. Porqué te has ido? No me habías dicho nada.
-No planeé nada. Lo pensé y lo hice. Eso es todo, perdona.
-Cariño... y cuando volverás?
-No lo sé, debo volver?
-(...)
-Cariño, quieres que vuelva?
-(...)
-Cariño, ni siquiera se si estamos juntos o no. Ni siquiera se si me quieres. Ni siquiera se si cuando vuelva, voy a poder ir a buscarte a tu casa y a cogerte de la cintura y dar un paseo, o ir al cine.
-Cariño, yo no puedo decirte que sí a todo eso. No sé por qué, pero no puedo.
-Bueno mi amor, entonces no me pidas que vuelva, vale?
-Por lo menos de momento mi amor, dame un poco de tiempo., por favor.
-Claro mi amor, tómate tu tiempo. Pero no tardes vale?
-Vale.

Pero no volvió.
Así que cuatro meses después de esa llamada, bajé al “Indi-fference”, abrí la puerta de madera que da acceso al público y me coloqué tras la barra, preparando la música y calentando motores con los timbales.
Comencé a pensar, en lo que me hubiera gustado ver su carita eclipsando el sol de ese mediodía de domingo. Me hubiera gustado mucho que hubiera visto mi casita, y hubiera visto como sus cuentos, ahora pergaminos, cuelgan por las paredes de mi garito.

La gente me pregunta que porqué hay una vela en el letrero, y porqué está todo el garito lleno de velas.
Nadie sabe que eres tú.

Y así murió. Sólo, cargado de historias, pensamientos y recuerdos, con un cigarro en las manos y la música llevándole lejos, allí hacia donde termina su vida.

A Luz.

(180203)

(Rareza)

Te cojo de la mano y te llevo a mi rincón. Sé que te cuesta seguir mi ritmo pero, ánimo preciosa, ven y mira cómo ahí puedo hacerme feliz.
Ahí están todas aquellas lágrimas que me guardé, y todas aquellas que pude recoger del suelo a tiempo, antes de que se secaran en esta árida tierra que todos pisamos.
Están también todas las notas bonitas que existen en todas mis canciones bonitas.
Todo lo que me gusta, y de la manera que a mí me gusta.
Todas las horas que perdí y todas aquellas que me hicieron ganar.
Allí está el orden de mis cosas.
Y de ahí nace todo este desorden de cosas, de cosas y de más cosas.
Al fin y al cabo todo son cosas, los pensamientos, las palabras, las voces, los golpes, los besos, las caricias, el trabajo, el sudor, la lágrima. El pelo, la sonrisa, el color del cielo, la prisa, el agua, la noche, la raya, el teléfono, la habitación o el comedor. La cama y el suelo, la mesa y el sillón. Música o silencio, movimiento o quieto. La luz o el día. La película, la pared, el pantalón del revés, y suena el timbre, quien coño es? La soledad, la tristeza, la pena y la alegría, y cinco canciones negras, que una es alegre, pero cuatro son penas.

(260703 - 250204)

Vuelvo a acostarme triste

Vuelvo a acostarme triste. Frío y solo.
Cuando reposo la cabeza en la almohada siento hondo esa ausencia.
La marca que deja la falta, me duele y sigue sangrando.
Y me empaña la mirada, que no divisa ya a lo lejos.
El humo aplaca mi sueño.
Se entornan mis ojos y mi respiración se calma.
Una ya lánguida lágrima vaga por mis venas, errante y solitaria.
Por los vacíos senderos que dejan mis huellas, nadie deshace ya el camino andado.
Ningún alma acompaña ya mis pasos,
Que siguen adelante, ahora temerosos y con cautela.
El tiempo vuelve a correr en mi contra,
A defenderse con escudo recio y afilada espada.
Mis fuerzas escasean, y mi debilidad se hace patente.
Feroz y cruel se abalanza sobre mí la oscuridad del tedio.
Sólo quiero vida, que alegre mi mente.

(071103)

El banco de madera blanca

El banco de madera blanca Aquel banco de madera blanca debajo del sauce siempre había estado ahí, aferrado a su cabeza, para poder acudir a él siempre que fuera necesario.
Ese lugar que él nunca había visto así. Nunca se dio cuenta. En ese banco estaban grabados todos los pensamientos que por su mente habían pasado. Estaban escritas todas las conversaciones que había tenido estando solo. Ese banco era aquello a lo que él le hablaba, y siempre contestaba. Sus propias lágrimas habían regado la tierra donde ahora se alza ese inmenso sauce, llorón, dejando caer sus frondosas lágrimas de color verde sobre la madera blanca de ese banco.
Comenzó a observar las pisadas que sobre el césped se marcaban. Eran las suyas. Se dio cuenta que habían sido sus pies descalzos los que habían paseado tantas veces sobre el mojado césped de aquel lugar que llevaba al banco de madera blanca. Se descalzó, y hendió el pie entre aquella fresca caricia de los tallos, sobre la tierra mojada, inundando de ese olor toda la piel de su cuerpo.
Subió hasta el sauce, y una vez bajo sus lágrimas, vio grabados en su tronco todos los nombres de aquellas personas que nunca podrá olvidar. De esos amigos de la escuela, de esas amigas fugaces, de esas personas que le enseñaron algo que el creyó importante, de aquellas personas con las que compartió sus vidas, de todas esas personas a las que ayudó, en algún momento de sus vidas. Todos esos nombres seguían grabados por y para siempre sobre la madera de su árbol. Entonces dos intensas lágrimas cayeron, de nuevo, sobre sus raíces. Y al sauce le creció una flor.
Se sentó en la fría madera del blanco banco. Y dejó que todos sus recuerdos volvieran a aparecer frente a el.
Y se los volvió a guardar.
Decidió que, a pesar de momentos bajos, tenía que seguir escribiendo conversaciones, grabando pensamientos, tenía que seguir regando ese maravilloso sauce, llorón, con sus mejores lágrimas. Tenía que seguir grabando nombres en la madera de su propio tronco.

Con cariño. Con mucho cariño.
Para mi banco de madera blanca, y mi sauce, llorón.

(260703)