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5 canciones negras

Mi ventana y yo

Mi ventana y yo Me puse tras la cortina, y miré hacia abajo. Allí estaba ella, mirando fijamente su pantalla.
La descubrí una noche, en verano. Estaba tumbado en la cama, con la ventana abierta, por el calor. Había apagado la música, me había puesto el pijama y me disponía a cerrar los ojos hasta el día siguiente. Era sábado.
Entonces comencé a escuchar música, que no era la mía, y que se colaba entre la cortina. Me quedé callado, escuchando, y me gustaban aquellas canciones. Y sonaba una, y sonaba otra, y si bien no todas eran de mi agrado, la mayoría se decantaba por un sonido muy parecido al que a mí me gusta en una canción.
Poco a poco comenzó a picarme la curiosidad. De dónde venía es música, y quién era quien la escuchaba. Me acurruqué a los pies de la cama, a un lado de la ventana, y poco a poco iba ampliando el ángulo de visión.
La ventana de mi cuarto está situada entre medio de los pisos del bloque de enfrente, al que yo calculo que habrá de cuatro a cinco metros. De esta manera, en frente mío no tengo ninguna ventana, sino que las tengo situadas justo por encima y por debajo.
El instinto me llevó a buscar primero por arriba el origen de esas canciones, y mientras ampliaba el ángulo de visión, por el rabillo inferior del ojo izquierdo, me llegó tenue pero fija, una señal de luz. Un acto reflejo me llevó a apartarme de nuevo de la ventana. Bien, ya sabía hacia donde tenía que mirar. Recoloqué mi posición, y volví a levantar la cabeza, muy poco a poco.
Tenía la ventana abierta, y la cortina descubierta. La luz venía del flexo que había en el escritorio, entre la pared y la pantalla del ordenador, justo en el borde de la ventana. Ella estaba sentada frente a la pantalla, de modo que yo y mi ventana quedábamos por detrás y un poco de lado. Tenía el pelo ondulado, pero todavía no sabía el color. Rápidamente me volví a esconder, y me acurruqué en la esquina, con el corazón a cien. Era una sensación extraña, estaba exaltado, nervioso, emocionado. Sólo se trataba de una simple ventana abierta, un flexo al lado de un monitor y una chica con el pelo ondulado, escuchando buena música. Pero era algo nuevo.
Ya no me volví a asomar esa noche. Ni la siguiente, ni la de después. Sólo escuchaba sus canciones. Y la escuchaba todas las noches, una detrás de otra, hasta una de sábado, un par de semanas después.
Ya había pasado la hora y su música no sonaba. Al principio no le di mucha importancia, todo el mundo se puede retrasar.– Tendrá cosas que hacer – pensé. Pero pasaban los minutos a la velocidad de crucero de una tortuga, y mi impaciencia crecía a la velocidad de un jaguar cuando caza. No podía dejarme plantado! No!
Entonces decidí que era hora volver a asomarse.
Me puse tras la cortina, y miré hacia abajo. Allí estaba ella, mirando fijamente su pantalla.

2 comentarios

Cube -

No Dark, esta mini-historia no es real, pero casi, está basada en mi ventana real, jeje. Que tú no tienes vecinos que te presten sus canciones a través de la cortina? Vente a vivir al bloque de enfrente. Yo te las presto.

Dark Angel -

Me ha parecido una historia o mini-historia bonita ^^ (es real ¿no?).
Desde mi ventana indiscreta puedo ver de todo, pero no escucho prácticamente nada que valga la pena u_u.
Ójala tuviese yo un/a vecino/a que dejase que su música se colase por mis cortinas...