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Recuerdo

Recuerdo Un intenso olor a pasado inundaba la habitación. Afuera alguien volvía a quedarse sin cenar. Adentro los muebles parecían reliquias rústicas. Todo se había vuelto viejo. Muy viejo. Todo. Un canoso anciano, de cuerpo enjuto, seguía sentado allí, junto a la cama. Escribiendo sin parar. Soñando sin parar. Una antigua lágrima yace en su mejilla. Fue la última gota de la que se desprendió, y tan lánguida agonizaba ya, que deseó tanto morir cerca de donde había vivido tanto, que luchó hasta su último suspiro, antes de rendirse feliz sobre su mejilla. Sus arrugadas manos sostenían un pitillo eterno y en sus pies, las mismas zapatillas de siempre. Su mirada traspasaba la pared, y volaba libre y joven hacia los rincones más amables de su memoria.

Sobre la cama una cartulina, y una mancha de pintura. Un teléfono apagado y un cenicero lleno. Las gafas en el escritorio, y yo repostado en la pared, y el triste reloj ya marca las tres.

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